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domingo, 15 de febrero de 2015

El Toro Humano

Entro al gimnasio y busco a José. Dentro hay unos  siete u ocho hombres con tamaño hiperdesarrollado gimiendo y sudando, formados. Cada uno se sigue del otro haciendo fila para utilizar un aparato en específico. El aire se siente más bien ácido y pesado, como si le hubieran rociado un año de entrenamientos comprimidos en lata.  Todo aquí es pesado: el aire, el cuerpo, el entrenamiento, el deseo, el lastre de presente, el anhelo de futuro.

Estos grandes hombres utilizan su tiempo levantando peso muerto en forma de discos fundidos a base de metal. Carne y metal convergen en este lugar alejado del imaginario colectivo que parece tan ajeno, tan difícil de dominar por cualquiera que deseáramos entrar a ver qué pasa allí. En ocasiones estos discos en conjunto llegan a pesar más que el cuerpo de quien los está levantando. Cuesta trabajo no extrañarse.

Ahí está José, dirigiendo a los hombres pesados. Se ve pesado entre los pesados. Es el que más masa muscular ha desarrollado desde que empezó en este deporte.  Cinco años le bastaron para tener el cuerpo similar al de un toro blanco y musculoso que roba doncellas y reparte bendiciones.

José Huerta es regio. Nació en la capital nuevoleonense y toda la vida ha sido deportista. En alguna ocasión el fútbol parecía llamar a su vida para dedicarse por completo a él, y José respondió. Logró el anhelado debut en varios clubes: el América, el San Luis, el Monterrey. Hasta se fue a Bélgica a probar suerte en equipos europeos de segunda división.
Entonces José era un tipo normal. Evidentemente su cuerpo era el de un atleta profesional, pero aun así tenía un fenotipo más o menos común.

Sin embargo, la inmediatez y la necesidad de  espectáculo que hay en la naturaleza inherente del futbol le mostraron su lado más afilado. La historia es más bien simple: José se lesiona la muñeca durante un encuentro. Una lesión pequeña pero eficaz. ¿La muñeca? Ni siquiera es importante para un futbolista que utiliza sus pies para jugar. Eso no importa, José. Al no haber ningún equipo de fútbol soccer en Bélgica interesado en muñecas lesionadas, se enfrentó a una decepción anunciada: el fútbol ya no tenía las puertas abiertas para él.

Lastimado, acepta su suerte.  Pero ni él sabía lo que se avecinaba después de eso.  En realidad ese fue el comienzo: “empecé haciendo terapia para sanarla, consistía en levantar peso metódicamente, hasta recuperara su fuerza de antes”.  Después, al parecer ya no pudo parar.

Lo único que buscaba sacarle al trabajo de gimnasio era un cuerpo de escultura griega que atrajera más mujeres a su cama, pero en algún momento todo fue tomando seriedad. Los discos no sólo le pesaban al cuerpo de José, ya también a sus sueños, y luego, a sus presentes.

El camino para cualquier fisicoculturista es muy largo, y como en cualquier otro deporte, es doloroso. Lleva años desarrollar ese tamaño de musculatura. Pero a José se le facilitó mucho. No significa que no haya realizado un esfuerzo constante durante estos cinco años, pero los logros que ha conseguido son impactantes.

Juan Carlos era su instructor personal y él ya llevaba unos diez años en la disciplina cuando José apenas la conoció. Esos años han quedado en el olvido. José ahora superado por mucho a Juan Carlos: “va a llegar muy arriba”, él mismo reconoce.  Ahora él es el que espera a la decisión de José para atacar otro aparato, para continuar la rutina, para ponerse mamados.

Cuando se es fisicoculturista se tiene una meta muy clara: hay que hacer crecer el cuerpo a toda costa. Para esto, hay que reconocer la disciplina que el practicante requiere. José come lo mismo que una familia de cinco. Es el principal obstáculo de este deporta, su precio.  José gasta alrededor de $2,500 tan sólo en comida, cada semana. Además, el problema radica también en que su horario está limitado por sus horas de comida. Religiosamente, José debe consumir alimentos cada dos horas y media. Haga lo que haga, esté en donde esté. Esto es lo que lo mantiene en forma. Así que no puede darse el lujo de pasar una comida.

Tal vez la gente no concibe la magnitud de esto. Comer cinco veces al día, cada dos horas y media, le impide a José tener una vida normal. No puede tener un trabajo que le exija mantenerse sin alimentos por demasiado tiempo. Tampoco puede asistir a una escuela, y con todos los gastos que debe hacer, parece una contradicción misma.

 “La gente no conoce el tipo de disciplina que se requiere para estar aquí, el deporte en México tiene muy mala fama. En Estados Unidos, los deportistas como yo tienen vida de estrellas de rock” Patrocinios, premios, derechos. Todo un circo armado alrededor de la explotación del cuerpo humano.

En parte hay que darle crédito del rechazo a la mediaticidad del fútbol en México; pero también hay que aceptar que el culturismo tiene mala fama de tramposo. Parece que el juicio imperativo sobre el uso de sustancias que potencian el rendimiento del cuerpo humano reina sobre la opinión general. Esteroides de caballo, chochos, piquetes. Todo eso que en las otras disciplinas deportivas se considera ilícito, en el fisicoculturismo se vuelve más evidente.
José ha probado estas sustancias, pero ya no le son útiles, dice. “He crecido más desde que las dejé, que mientras las usaba”. Sin embargo acepta que con ayuda de un profesional, es posible llevar un régimen de drogas adecuadas al nivel de entrenamiento que se lleva sin dañar las capacidades fisiológicas regulares.

Sigue siendo un mar de incertidumbres, entre tanto, José se prepara para un reto más grande. Está preparándose para conseguir el premio del campeonato más importante de fisicoculturismo a nivel mundial. Su meta es llegar a ser Mr. Olympia. Para muchos resulta un sueño lejano a sus posibilidades; pero todos tienen razones que justifican la certeza de que José puede llegar a hacerlo.


Además, no sólo es un empoderamiento personal para José el hecho de ganar este campeonato. La Federación Fisicocultuismo y Fitness se caracteriza, como todas las federaciones deportivas en México, por estar involucrada en actividades ilícitas y de enriquecimientos individuales. “Sólo buscan el dinero, no les importa el deporte”, dice José. Por eso quiere llegar –muy arriba-, para tener el poder de hacer una diferencia. 


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