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miércoles, 29 de abril de 2015

Tu computadora te conoce mejor que tu familia

La relevancia que distingue la particularidad del ser humano es la complejidad de sus emociones. La manera en la que se concibe una realidad a partir de un infinito de estímulos captados por tan solo cinco sentidos. Físicamente es un mar de posibilidades. Es por eso que como regla general el ser humano tiene a olvidar la mayor parte de los registros sensibles que tiene. Si pudiese almacenar toda esa información, toda su cabeza alcanzaría sólo para documentar los primeros 5 minutos de vida. El olvido es un recurso importante de la vida.


Sin embargo la sociedad de la información no es capaz de olvidar. Cada día se crean tantos datos como  para sustituir a los siglos pasados de vida de la humanidad en tan solo algunas horas. ¿De qué sirve toda esa información?


¿Qué pasaría si, además de tener un registro preciso de toda esa información, se tuviera el poder de procesamiento para poder interpretarlo (no inmediatamente, sólo poder hacerlo)? La primer imagen comparativa que se me viene a la cabeza es una computadora. Es obvio, el cerebro siempre ha sido el modelo al que aspira el procesador; pero al parecer acabamos de entrar a un plano en el que, sin darnos cuenta, los recursos electrónicos se han vuelto más capaces que nuestro propio cuerpo.


La velocidad a la que trabaja un chip de computadora es exponencialmente más rápida que el  cerebro humano, además la memoria física de un ser vivo no puede ser ampliada a diferencia de una máquina. A todo este fenómeno se le conoce como Big Data y se resume básicamente en el conjunto entrópico de información que se produce diariamente con actividades comunes (enviar un e-mail, publicar en facebook, etcétera). El ser humano se está empezando a preguntar si toda esta información podría tener una utilidad verdadera.


Como sistema caótico, la información es primordial; pero no se tiene una manera de organizarla. Es un paradigma ya antes conocido: el de los sentidos y el cerebro. La esperanza ahora recae en las máquinas que, no se agotan, no mueren, sólo se actualizan y mejoran.


Un ejemplo está reflejado en un nuevo estudio de la universidad de Cambridge donde, basados en esquemas de organización de la personalidad, pusieron a competir a personas reales contra máquinas que interpretan datos de facebooks tan burdos como los likes que das. Al parecer, la computadora puede tener un mejor modelo interpretativo sobre tus gustos y posibilidades que tu propia familia, amigos, etcétera.


A pesar de la banalidad que puede llegar a concebirse de la interpretación de la personalidad es un asunto muy complejo. La carga genética no pesa tanto como el equilibrio mercadológico de un producto en nuestros días. La imponencia es imperativa.


Bajo todo este parámetro de circunstancias, vale la pena preguntarse cuál es el verdadero impacto biológico que toda esta capacidad computacional está generando. Si los datos puros son tan incomprensibles para el ser humano y si, realmente nuestra capacidad cognitiva sigue estando almacenada dentro de nuestros cuerpos.

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